A todos nos marcan y afectan de manera profunda las heridas de nuestra infancia, es por eso que es vital atenderlas y poder sanarlas. Te sorprendería saber la huella tan traumática que dejan en nosotros y cómo afectan a nuestro comportamiento, manera de relacionarnos con los demás e incluso a nuestro cuerpo.

Si no liberamos y gestionamos estas heridas y dolores profundos, nuestro cuerpo seguirá encogiéndose y contrayéndose como forma de protegerse, pudiendo a la larga llegar a enfermar. 

Estas huellas traumáticas vienen de experiencias donde eras completamente vulnerable y estabas totalmente expuesto, lo cual generó corazas y mecanismos de defensa que todavía perduran en ti.

Quizá crees que no es tu caso y consideras que tu infancia fue feliz ya que no sufristes situaciones literales de abandono, maltrato o rechazo; pero un simple descuido o mal gesto por parte de tus padres o figuras cuidadoras te pudieron llevar a hacer una interpretación catastrófica de la situación cuando eras un bebé o un niño.

Las heridas de abandono y de rechazo también se generan por la frialdad, apatía, desinterés e indiferencia de nuestros cuidadores, y esto resulta igualmente devastador. Es por ello que te invitamos a hacer una revisión de tu historia temprana para comprender e integrar, desde el sentir profundo, todo aquello que necesita ser sanado en tí para que vivas una vida auténtica, plena y gozosa como adulto.